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¿Malcrío a mi bebé si lo cojo mucho en brazos?

El contacto físico con los padres calma al bebé y potencia su desarrollo emocional

Muchos padres piensan que coger al bebé continuamente en brazos puede hacer que termine malacostumbrándose y luego no quiera estar solo. De hecho, hay quienes creen que los bebés lloran para llamar la atención de sus padres, manipularlos y conseguir que les tomen en brazos cuando no quieren estar solos en su cuna. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que se trata de una creencia errónea ya que los bebés no tienen la capacidad para manipular a los adultos, al menos durante sus primeros seis meses de vida.

En realidad, los padres deben saber que el llanto del bebé es una forma de comunicación, es su manera para expresar sus necesidades, ya sea porque tiene sueño, hambre, ha ensuciado los pañales o sencillamente se siente incómodo.

En estos casos, coger al bebé en brazos le hará sentirse más protegido y cuidado, a la vez que es una manera para estimular la comunicación, haciéndole ver que sus necesidades son importantes y que sus padres se preocupan por satisfacerlas y protegerle.

En cambio, cuando los padres dejan que el bebé llore para evitar que se acostumbre a estar en brazos, le están transmitiendo la idea de que relegan su bienestar a un segundo plano, lo cual puede generarles un gran estrés haciendo que lloren aún más, se muestren más inquietos y se sientan inseguros. De hecho, se ha demostrado que el cerebro de los bebés cuyos padres les dejan llorar continuamente se inunda de cortisol, la hormona del estrés, lo cual puede terminar afectando el establecimiento de las conexiones neuronales o incluso puede provocar la muerte de células del sistema nervioso.

Además, muchos de estos bebés pueden terminar convirtiéndose en niños desconfiados, demandantes de afecto y con un riesgo más alto a padecer alteraciones emocionales ya que desarrollan un apego inseguro.

El contacto físico con los padres calma al bebé y potencia su desarrollo emocional

Estar en brazos es el mejor calmante para los bebés ya que reduce la actividad del sistema nervioso y motor, a la vez que disminuye la frecuencia cardíaca. Así lo ha demostrado un estudio realizado recientemente por investigadores del Riken Brain Institute, en Japón, en el que analizó la respuesta cardiaca, motora y cerebral de 12 niños sanos que tenían entre uno y seis meses de vida. Estos científicos evaluaron los indicadores en diferentes momentos: mientras los bebés estaban en sus cunas y cuando sus madres les llevaban en brazos, ya fuera sentadas o caminando.

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Encontraron que los bebés preferían estar en brazos de sus madres, sobre todo cuando estas se mantenían en movimiento. De hecho, cuando las madres dejaban de caminar y se sentaban, aunque siguieran teniendo a los pequeños en brazos, el ritmo cardiaco de los bebés se aceleraba, empezaban a llorar y se mostraban más inquietos. En cambio, cuando las madres se levantaban y empezaban a caminar, las constantes de los bebés descendían inmediatamente, dejaban de llorar y se mostraban más relajados.

Este estudio desvela que los bebés no solo se calman por la cercanía de los padres sino también por el movimiento rítmico. De hecho, la respuesta calmante del bebé está programada neurobiológicamente, es el resultado de un conjunto perfectamente coordinado de señales centrales, motoras y cardíacas. Así, tanto los movimientos como el contacto físico actúan sobre el sistema nervioso parasimpático contribuyendo a disminuir el ritmo cardíaco y a calmar al bebé.

Otras investigaciones también han demostrado que la cercanía que experimentan los bebés con sus padres cuando les tienen en brazos les ayuda a sentirse más protegidos y seguros. De hecho, se ha apreciado que los bebés cuyos padres les cogen en brazos con frecuencia concilian más rápido el sueño, descansan mejor y duermen más, en comparación con los bebés que pasan más tiempo solos en su cuna.

Además, la seguridad que brinda el contacto físico en las primeras etapas del crecimiento favorece el desarrollo de las habilidades sociales de los niños cuando crecen, de forma que los bebés que más tiempo pasan en brazos de sus padres aprenderán a regular mejor sus emociones.

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