Consejos para evitar las rabietas
Las rabietas son un comportamiento bastante habitual en los niños pequeños.
Las estadísticas apuntan que entre el 50% y el 80% de los niños de 1 a 3 años tienen una rabieta a la semana y cerca del 20% la tienen a diario. De hecho, muchas veces las rabietas ni siquiera están causadas por grandes problemas sino que se deben a pequeñas situaciones que han generado un estado de ira y frustración en el niño, sobre todo debido a su incapacidad para hacer o conseguir lo que desea.
Afortunadamente, en la mayoría de los casos a medida que el niño crece las rabietas van siendo cada vez más esporádicas porque aprende a expresar lo que siente y quiere recurriendo a las palabras. Sin embargo, no siempre ocurre así.
A los 4 años el 60% de los niños aún tiene rabietas y el 5% de ellos continuará manifestándolas a lo largo de toda su infancia, lo cual suele deberse a un manejo inadecuado por parte de los padres, es necesario poner límites a los niños.
¿Cuáles son las causas principales de las rabietas?
Las rabietas a veces esconden mucho más que un simple enojo o mala educación, como se piensa comúnmente. Algunas de las causas más comunes que dan lugar a este comportamiento infantil son:
– La frustración. A menudo el niño se siente frustrado porque no puede hacer o conseguir algo que desea fervientemente. Y es que a medida que crecen sus necesidades de autonomía, estas también se ven limitadas por las reglas que imponen los adultos. Esto, unido a su incapacidad para expresar y regular sus emociones, hace que se sienta frustrado y no sepa cómo manejar la situación. El resultado son las rabietas.
– Un temperamento muy fuerte. Por lo general, los niños con un temperamento particularmente fuerte tienen una tendencia mayor a expresar sus sentimientos de forma dramática y más intensa, por lo que no es extraño que recurran a las rabietas como una vía para “solucionar” sus problemas.
– Un ambiente desfavorable. A veces las rabietas están causadas por circunstancias ajenas al niño, como el estrés familiar, un fuerte castigo, una desatención marcada por parte de los padres o la ausencia de límites en el hogar. En estos casos, el niño puede sentirse muy ansioso y utiliza la rabieta para liberar esa tensión.
– Causas orgánicas. Las rabietas también pueden tener en su base un componente biológico, como puede ser un trastorno del sueño, la pérdida de la audición, un retraso en el lenguaje o un trastorno por déficit de atención con hiperactividad. En estos casos, el problema orgánico suele provocar una gran frustración en el niño, que no sabe cómo relacionarse con los demás y hacerse comprender.
¿Qué hacer ante una rabieta?
- Ignora la rabieta. A menudo las rabietas aparecen porque el niño quiere llamar la atención. En ese caso, la mejor estrategia para evitar que vuelva a aparecer consiste en ignorar esa actitud. Así comprenderá que con ese tipo de comportamientos no podrá acaparar tu atención. Una vez que se calme, atiéndele.
- No trates de razonar en ese momento. Cuando el niño tiene una rabieta pierde el control y no es consciente de sus actos, sobre todo si es muy pequeño. Por eso, intentar que entre en razón normalmente no sirve de nada. Espera a que se tranquilice y después, háblale sobre las repercusiones de su comportamiento y explícale que es inaceptable.
- Crea un ambiente tranquilo y de calma. Evita gritarle, ponerte ansiosa o humillarle. Si mantienes la calma en medio de la tormenta, le estarás transmitiendo serenidad y la rabieta pasará más rápido. De lo contrario, estarás reforzando su comportamiento y transmitiéndole la idea de que perder los estribos es normal.
- Utiliza el castigo con mesura. A veces un castigo puede ser oportuno para controlar las rabietas pero debes tener cuidado y no excederte porque cuando se recurre al castigo con frecuencia, este pierde su efectividad, deja de ser educativo e incluso puede resultar contraproducente.
- Refuerza las conductas positivas. Felicita y premia al pequeño cada vez que logre controlar su frustración o ira. Así estarás reforzando sus conductas positivas y le mostrarás que es mejor portarse bien que intentar conseguir lo que desea a golpe de llantos y gritos.